BLANQUITA: La versión más disruptiva del modélico Robin Hood.

Escrito por Ale Vega

Cuando se piensa en buscar justicia por un crimen, el proceso que nos ejemplifican parece casi un sencillo enlistado con pasos a seguir: hacer la respectiva acusación, informar a los mandos, localizar al culpable… Aunque la realidad es infinitamente más complicada que eso. Detrás de lo que debería ser un desarrollo transparente y equitativo, hay que afrontar un montón de podredumbre humana y burocrática.

Esto es la esencia lo que podemos ver en ‘Blanquita’, la más reciente cinta del director chileno Fernando Guzzoni. Blanquita (Laura López) es una muchacha de apenas dieciocho años que se vuelve testigo clave en el juicio contra un importante empresario que manejaba una red de pedofilia. Ella ha vuelto al refugio liderado por el padre Manuel (Alejandro Goic) para contar su testimonio, apoyada por la diputada (Amparo Noguera) que busca desenmascararlos. Sin embargo, conforme avanza su participación, las autoridades le cerrarán caminos, cuestionando cuánto de su discurso es verídico.

Basada en aquel sonado escándalo de Claudio Jaime Spiniak allá en los inicios del 2000, ‘Blanquita’ utiliza como eje temático a su protagonista, encarnada por la novel actriz Laura López. Ella se convierte en una presencia prácticamente permanente durante el largometraje, y, a pesar de que sus diálogos brotan a cuentagotas, son sus expresiones, su mirada y su lenguaje corporal los que nos van externando su ira y sus preocupaciones. Conforme nos indignamos a su lado y nos preocupamos por ella, vamos entendiendo que hay en sí misma más de lo que se nota subrepticiamente, un fuego que amenaza no sólo con consumir lo que va logrando, también lo poco valioso que queda en su vida.

Porque en ‘Blanquita’ se desenmarañan secretos, que van más allá de los que se asientan en la fechoría que pretende sancionarse. Guzzoni realiza para su guion una extensa investigación del caso de Gema Bueno, la mujer que inspira la película, a través de noticias, archivos, expedientes judiciales y entrevistas, con el fin de exponer las vicisitudes que tuvo que pasar para alcanzar su cometido, siempre con una mirada neutral. Crea entonces a una suerte de heroína que, contrario al gusto popular, no tiene nada de impoluta o intachable, mucho menos de perfecta. Blanquita es una versión subversiva de la justicia, tomándola como puede en sus manos, y en su precariedad y ausencia de poder decide enfrentar a las élites, armada únicamente con el deseo de castigar aquellas aberraciones que se dedicaron a destrozar existencias de menores sin piedad.

Estrenada en el Festival de Cine de Venecia del 2022 y elegida para representar a Chile en la entrega de los premios Oscar, ‘Blanquita’ invita a la audiencia a preguntarse cuán capaces son de sentenciar los actos de una víctima convencida de la importancia de levantar la voz, y qué harían si se encontraran acorralados ante un monstruo de mil cabezas. Entre eventos que son tan valientes como irónicos, nos recuerda que casi nunca el magistrado trabaja igual para todos, tampoco lo hacen los correctivos. Y cuando el sistema es deliberadamente tiránico, no queda más que convertirnos en Robin Hood.

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